Las elecciones presidenciales de Estados Unidos está a la vuelta de la esquina, el duelo entre Donald Trump y Kamala Harris está muy vivo y no exento de polémica. Pocos reparan en esto, pero serán los primeros comicios para liderar la Casa Blanca en los que está presente la inteligencia artificial generativa y accesible para todos. Esto lleva a pensar en posibles riesgos de manipulación electoral, visto todo lo que pueden hacer una gran variedad de aplicaciones presentes en internet.
Con una población de más de 337 millones de personas, de las cuales se espera que alrededor de 244 millones puedan votar, la magnitud del reto es enorme para la ciberseguridad a fin de evitar la manipulación electoral. No obstante la tecnología puede ser una herramienta tanto de ataque como de defensa. Así, la IA está preparada para jugar un papel clave en cómo los ciudadanos acceden y confían en la información que les llega.
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Las posibles amenazas virtuales que se relacionan con la manipulación electoral
La IA ha demostrado su capacidad para influir en la opinión pública a través de la creación de noticias falsas y deepfakes (imágenes, videos o audios manipulados que simulan ser reales). Este fenómeno plantea serios riesgos de manipulación electoral, ya que puede distorsionar el diálogo político y erosionar la confianza en las instituciones democráticas.
Según Israel Gutiérrez, Country Manager de A3Sec, empresa internacional especializada en ciberseguridad, «la IA, además de potenciar la generación de desinformación a gran escala, facilita la creación de contenidos falsos con una velocidad y alcance sin precedentes, lo que podría impactar gravemente en la confianza del electorado».
Los peligros de los deepfakes
Uno de los mayores desafíos que presenta la IA en el ámbito electoral es su capacidad para generar deepfakes altamente realistas. Estos videos, imágenes o audios imitan a personas reales y pueden inducir al público a creer en información falsa. Un ejemplo fue el video que mostraba al presidente Joe Biden imponiendo el servicio militar obligatorio, lo que generó una gran controversia antes de ser desmentido. A pesar de que fue desacreditado, su difusión inicial evidenció el poder de los deepfakes para influir en la opinión pública, especialmente entre quienes tienen menos experiencia en la verificación de información digital.
El impacto de los deepfakes va más allá de la simple desinformación. Estos pueden provocar polarización política o la manipulación electoral, ya que también puede aumentar las tensiones sociales y, en algunos casos, incitar a la violencia. Gutiérrez advierte que «el poder de la IA para crear deepfakes realistas representa una seria amenaza y es todo un reto identificarlas», subrayando que esta tecnología podría desencadenar una desconfianza masiva en los sistemas democráticos.
Un ejemplo internacional de este problema se observó con un video falso que mostraba al presidente ucraniano Volodimir Zelenski rindiéndose ante Rusia. Aunque fue rápidamente desacreditado, el daño ya estaba hecho. En Estados Unidos, circuló otro deepfake de la senadora Elizabeth Warren, en el que sugería prohibir a los republicanos votar en 2024, provocando reacciones de indignación antes de ser confirmado como falso.
La IA como herramienta de defensa
Si bien la IA representa una amenaza significativa para la integridad de unos comicios, también ofrece oportunidades para defenderla ante el riesgo de manipulación electoral. Los sistemas basados en IA pueden detectar patrones inusuales en videos, imágenes o en el tráfico de la red, permitiendo identificar deepfakes y bloquear intentos de suplantación de identidad. Además, herramientas de IA pueden ayudar a identificar correos electrónicos de phishing, otro de los principales riesgos para las autoridades electorales y los proveedores de sistemas.
El phishing es una preocupación creciente en la era digital. Gracias a la IA, los ciberatacantes pueden generar correos electrónicos maliciosos de manera masiva y con gran precisión, suplantando a funcionarios o instituciones electorales. Estos ataques, en combinación con deepfakes, pueden desestabilizar la confianza pública en las elecciones.
A pesar de las herramientas disponibles, Gutiérrez señala que «para que estas herramientas sean efectivas, es crucial que las autoridades electorales tengan acceso a ellas y estén capacitadas para utilizarlas. De lo contrario, estarán en desventaja frente a los ciberdelincuentes».
Medidas regulatorias y legislativas
Algunas entidades en Estados Unidos ya han comenzado a legislar sobre el uso de la IA en las elecciones. Texas introdujo en 2019 una ley que prohíbe la publicación de deepfakes de candidatos en los 30 días previos a una elección. Minnesota ha adoptado medidas similares, exigiendo que se aclare cuándo una imagen ha sido manipulada y que se obtenga el consentimiento de las personas retratadas. Sin embargo, la rápida evolución de la tecnología hace que sea difícil para las leyes mantenerse al día.
A nivel internacional, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha instado a la creación de un marco regulador global para la IA, centrado en la protección de los derechos humanos. Este enfoque es esencial, ya que la amenaza no se limita solo a Estados Unidos. Países de todo el mundo están enfrentando los efectos de la desinformación generada por esta tecnología.
El futuro de la democracia frente a la IA
La IA plantea riesgos latentes para los procesos democráticos, desde la manipulación electoral hasta la creación de contenido falso en masa. Sin embargo, también puede convertirse en una poderosa aliada en la defensa de la integridad electoral. La clave, como menciona Israel Gutiérrez, reside en utilizar las mismas herramientas para fortalecer la ciberseguridad y garantizar que los votantes puedan confiar en la información que reciben.
El desenlace de esta batalla entre quienes usan la IA para subvertir la democracia y aquellos que buscan protegerla dependerá de la capacidad de los gobiernos y las instituciones para adaptarse y responder a esta nueva realidad. Las elecciones de 2024 podrían ser un punto de inflexión en cómo los países abordan la relación entre IA y democracia.
